miércoles, 7 de diciembre de 2011

Dieta del paciente con Fibromialgia

Los principales cambios en la alimentación, es la ingestión de plantas y fuentes naturales ricas en antioxidantes, además de otros nutrientes. El uso de dietas vegetarianas estrictas, sin cocción, en esta población muestra un aumento en las concentraciones  de carotenos, licopeno, luteína y vitaminas C y E, en sangre. La dieta es también rica en fibra, quercetina (Vino tinto, toronjas, cebollas, té negro), miristina (nuez moscada y perejil) y kaemferol (té verde, brócoli, avellana de brujas, toronja, uva, coles de Bruselas, manzanas). Este tipo de dieta reduce significativamente la rigidez articular y el dolor, y así mejorar la calidad de vida reportada por el propio paciente. El plan alimenticio incluye bayas, frutas, vegetales, raíces, nueces, retoños y semillas germinadas. (Escott-Stump, S. (2005). Nutrición, diagnostico y tratamiento. México, DF: Mc Graw Hill Interamericana, México.)


Consumo de fuentes de magnesio (el cacao, las semillas y frutas secas, el germen de trigo, la levadura de cerveza, los cereales integrales, las legumbres y las verduras de hoja), manganeso (los granos enteros, legumbres, aguacates, jugo de uva, chocolate, yema de huevo, nueces, semillas, zarzamoras, piñas, espinaca, col rizada, chícharos y vegetales verdes) y tiamina (leche en polvo, huevos, pan y la harina enriquecidos, carnes magras, legumbres, nueces y las semillas, vísceras, arvejas, granos enteros).
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Los remedios de autoayuda son muy utilizados en este tipo de población. Uno de los más populares es el tratamiento con megadosis de vitaminas y alimentos y dietas especiales. Sin embargo, persisten algunas dificultades como la falta de regulación de los suplementos en términos de dosificación, pureza o aseveraciones; además el hecho de utilizar estos remedios sin regulación es, en efecto, automedicación sin vigilancia, y no se comprenden posibles interacciones con medicamentos o la seguridad a largo plazo, ya que ninguno de estos remedios tiene algún respaldo científico.
(Mahan, K y Escott-Stump; S. (2001), Nutrición y Dietoterapia de Krause. Décima ed., Edit. McGraw-Hill Interamericana, México.)



Sería ideal si los tratamientos nutricionales aportaran las respuestas, pero no hay pruebas claras de que las vitaminas, minerales, acidos grasos, aminoácidos o carbohidratos específicos hagan la diferencia en prevenir o curar este trastorno.

El abordaje nutricional para cualquier enfermedad inflamatoria, incluye la disminución de peso como primera recomendación. Incorporar dosis altas de antioxidantes a la dieta diaria (vitamina C, E, selenio y beta-carotenos), además de la vitamina D; esto significaría una progresión más lenta de la enfermedad.

El consumo de flavonoides (fitoquimicos encontrados en verduras, frutas, te y granos enteros) proporciona propiedades antioxidantes y antiinflamatorias que actúan para mantener las membranas celulares. Se cree que se necesitan de altos niveles de antioxidantes para limpiar al organismo de los metabolitos oxidados y radicales libres de las enfermedades inflamatorias.

   

La condroitina y la glucosamina son dos sustancias que se presentan de manera natural en el organismo como sustrato para la reparación de cartílagos, los cuales tienen efectos favorables en este tipo de pacientes.

Los acidos grasos y aceites pueden resultar terapias antiinflamatorias con el potencial de disminuir los signos y síntomas en una variedad de enfermedades inflamatorias. Por ejemplo la ingesta diaria de ácidos grasos omega 3, aceites de semilla de borraja y primavera nocturna, estos dos últimos contienen ácido gamma-linolenico (AGL) que ayudan a disminuir el dolor.
(Brown, Judith E. (2006). Nutrición en las diferentes etapas de la vida. Segunda ed., Edit. McGraw-Hill Interamericana, México.)



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