lunes, 12 de diciembre de 2011

Algunos Aspectos de la Intervención Psicológica en Fibromialgia

Elaborado por Rocío Zamora

El dolor crónico constituye, hoy por hoy, uno de los mayores problemas de salud de nuestra sociedad (Rodríguez, 2003). Y esto es así tanto desde un punto de vista material (pérdida de horas de trabajo, gasto farmacéutico, pensiones, indemnizaciones…) como desde la perspectiva del paciente, que ve afectados todos los aspectos de su existencia: trabajo, vida familiar y social, sexualidad, actividades de ocio... La experiencia de un dolor continuo conlleva, además, sentimientos de miedo e indefensión y una amplia variedad de síntomas ansiosos y depresivos (Philips y Jahanshahi, 1986).




Según el paradigma clásico, la cantidad de dolor experimentada sería directa y estrictamente proporcional a la cantidad de daño objetivable, lo que puede resultar una perspectiva útil en el caso del dolor agudo, pero ciertamente resulta insuficiente en referencia al dolor crónico y, particularmente, a la fibromialgia. En este último sentido, parecen más indicadas formulaciones como la Teoría de la Puerta, de Melzack y Wall (1965), según la cual la percepción del dolor no sólo está influida por los mensajes que llegan al cerebro, sino también por los mensajes descendentes, que pueden atenuar e incluso bloquear tal percepción.
Se podría, pues, concluir que el dolor es un fenómeno complejo, vinculado no sólo con sensaciones aversivas, sino también con aspectos cognitivos, conductuales, emocionales y motivacionales. Así, “abrirían la puerta” al dolor factores físicos, como cicatrices, posturas inadecuadas o tensión, factores emocionales, como estrés, ansiedad, miedo, ira o depresión, y factores cognitivos como actitudes o creencias. Desde luego que estos tres tipos de factores pueden también modificarse a fin de “cerrar la puerta”, lo que justifica la necesidad de la intervención psicológica en el marco de un abordaje multidisciplinar.



Todo lo anterior resulta de particular relevancia en el caso de la fibromialgia, que al parecer está relacionada con un trastorno en la percepción del dolor y asociada a características psicológicas bastante definidas.  Por cierto, que existen múltiples programas y propuestas de tratamiento psicológico en el dolor crónico (ver, por ejemplo, Hanson y Gerber, 1990), y no es el propósito de este trabajo realizar una exposición estructurada, sino, sencillamente, apuntar algunos aspectos que han resultado de utilidad en la práctica clínica con pacientes de fibromialgia.
Según Monsalve (2003), distintos autores están de acuerdo en que estos pacientes se caracterizarían por “sensación de mala salud, pesimismo, catastrofismo, apatía, desánimo, desinterés con ausencia de incentivos vitales, relación psicosocial y familiar deficitaria, trastornos de relación sexual, irritabilidad y altos grados de incapacidad”. Igualmente, entrarían en juego otras variables como el sexo, el nivel económico y cultural, tener o no pareja, la red de apoyo social y familiar y el estado mental.



Una de las técnicas que se aprenden en el contexto grupal es la relajación, cuya necesidad es fácilmente comprendida por el paciente cuando se le ayuda a constatar que, en situaciones de estrés, el dolor se percibe como más intenso. Debe quedar claro, además, que una persona puede relajarse no sólo a través de una técnica específica, sino también por medio de actividades absorbentes que resulten placenteras, como caminar, conversar, aficiones, etc. (Meichenbaum, 1987).
En cuanto a procedimientos específicos, técnicas del tipo de la de Jacobson, basadas en el binomio tensión-distensión, resultan fáciles de aprender y producen buenos resultados, siempre que se tenga en cuenta que en la relajación, como en cualquier otra habilidad, los beneficios dependen de la práctica.

 
El ejercicio es otro de los aspectos a tener en cuenta, ya que, al resultar dolorosa la actividad física, es fácil que se establezca un círculo vicioso en el que la inactividad desemboca en falta de tono muscular, atrofias, desmineralización, obesidad…, todo lo cual, a su vez, redunda en una mayor inactividad. Suele ocurrir también que estos pacientes, en los días o períodos en los que se sienten algo mejor, tratan de compensar lo que no pueden hacer cuando están mal, entregándose desproporcionadamente al trabajo o al ejercicio, a consecuencia de lo cual pronto se vuelven a encontrar imposibilitados para realizar cualquier actividad. 

En cuanto a la cantidad, tanto el deporte como el trabajo o cualquier otra actividad deben ser regulados según las posibilidades de cada cual, de manera que los beneficios que se obtengan puedan consolidarse y no se pierdan por exceso o por defecto (Philips y Jahanshahi, 1986).


Un aspecto muy importante de la intervención consiste en intentar que los pacientes tomen conciencia del terrible coste que supone la asunción de un rol victimista, manipulativo y culpabilizador, como forma de obtener atención, apoyo o cualquier otro supuesto beneficio. Y es que el resultado inevitable de este tipo de comportamiento es el establecimiento de relaciones desadaptativas, en las que los demás, pese a los sentimientos de culpa, terminan evitando todo lo posible al paciente que trata de manipularlos. La solución, desde luego, no pasa por no pedir ayuda cuando se la necesita, ni por fingir un bienestar que no se siente, a fin de “no molestar”, sino en un comportamiento asertivo, basado en una sana autoestima, que permita pedir lo que se desea o necesita sin castigar a los demás cuando no puedan o no quieran responder plenamente a esas demandas.

Bibliografía
HANSON RW, GERBER KE (1990). Coping with chronic pain. N. York: The Guildford Press.
MCKAY M, DAVIS M, FANNING P (1990). Técnicas cognitivas para el tratamiento del estrés. Barcelona: Martínez Roca.
MEICHENBAUM D (1987). Manual de inoculación de estrés. Barcelona: Martínez Roca.
MELZACK R, WALL PD (1965). Pain Mechanisms: A new theory. Science, 150, 971-979.
MONSALVE V (2003). Importancia de la valoración psicológica en el tratamiento del síndrome del dolor miofascial y fibromialgia. Resúmenes Participantes del Simposio Internacional de Tratamiento del Dolor. Valencia, 6-7 Nov. 2003.
PHILIPS JC, JAHANSHAHI M (1986). The effects of persistent pain: The chronic headache sufferer. Pain, 21, 163-176.
RODRÍGUEZ MJ (2003). Situación actual del dolor en España. Visión de los profesionales. Resúmenes Participantes del Simposio Internacional de Tratamiento del Dolor. Valencia, 6-7 Nov. 2003.

No hay comentarios:

Publicar un comentario